¡Qué hermosa y qué encantadora eres, amor mío, con todos tus encantos!




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Mi relación con los libros empezó en Brasil y de una manera contradictoria. Con tres años ya estaba muy enfermo con tuberculosis y fui exiliado a la casa de mi abuelo, el padre de mi padre. Tenía muchas tías que leían libros, pero mi abuelo, oficial de caballería, cuando veía a mis tías leer libros decía: "Eso es una mariconada, cosas para mujeres". Por un lado, con tres o cuatro años, para mi abuelo leer era una mariconada, pero mi padre tenía muchos libros y pasaba horas al día leyendo. Yo me sentía muy dividido, no comprendía que mi padre, que era un hombre, se interesara por mariconadas, y que el general de caballería que era su padre le mirara con desprecio cuando le veía leyendo, a mi padre, que tenía treinta años. Después, mi madre me enseñó a leer cuando tenía cuatro años, e intenté comprender aquel misterio, por qué razón mi padre se quedaba leyendo tanto tiempo. Por suerte había una sirvienta en casa de mis abuelos que tenía toda la colección de Corín Tellado, y con cinco años empecé a leerla.

(António Lobo Antunes - "Biblioteca Particular")


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