Muy niño tomó la decisión de clavarle una flecha a la Luna. Casi todas las noches salía de su casa, en secreto, armado con su arco y sus flechas y apuntaba hacia arriba con mucho cuidado, con paciencia, con tesón, seguro de que algún día lo lograría. Nunca consiguió llegar a la Luna, pero se convirtió en el mejor arquero de la Tierra.
("El Arquero de la Luna" de Eduardo Casanova)