Un día la TierraUn día la Tierra se quedará sin mí.
Y echará de menos mi presencia porque pasé por ella sin dejar huellas duras.
He procurado ir por los caminos sin romper el césped ni triturar la arena.
Tampoco he tirado las piedras con el pie, ladera abajo, por el gusto de verlas rodar hacia el abismo.
No he desbaratado los terrones que he encontrado al paso porque he tenido miramientos por esa textura compacta, que bien hubiera podido ser una familia de grumos bien avenida.
Ni al valle ni a la montaña he pretendido cambiar sus hechuras. Me gustan las que trajeron del gozo de Dios.
Si alguna vez he roto la Tierra para sembrar me han quedado doliendo los dedos y la he acariciado luego, larga, disimuladamente, haciéndole creer que el halago de mis manos era una simple faena de acobijo para bien de la planta.
Si encontré un secano con grietas burdas eché por ellas hojas y florecitas. Así creería la Tierra que abrió la boca para respirar y se le llenó de aromas.
No he dado a las rutas pies cansados ni vacilantes, sino alígeros y emprendedores. Así a la Tierra no puede dolerle la desventura de mis plantas.
Un día la Tierra se quedará sin mí, mejor dicho, sin mi sombra, porque yo estaré muda en su entraña.
(
Amira de la Rosa, 1903 - 1974)