¡Qué hermosa y qué encantadora eres, amor mío, con todos tus encantos!



P r o f e c í a


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Día cubierto y oscuro, la solitaria playa súbita. Desnudos sus pies, el profeta camina, sus ojos desconocen la fatiga. La blanca túnica, la espesa barba plateada delata su figura. A lo lejos una isla mágica de diamantes y amatistas. El profeta despeinaba presuroso la arena, escollos estériles y secos encontraba a su paso. El agua gris mancha las rocas. Las algas muertas sorteadas junto al metal de la brisa. Al levantar su vista, una diminuta barca con dos seres fuertes e imposibles, dispuestos hacia la isla. El profeta no halló sus rostros, solo la proa rodeando la virgen isla que guardaba en secreto la castidad quimérica. Súbitamente la barca empezó a hundirse, presurosos los tripulantes remaban entre campanas. Mar agitado. Mar adentro. Mar de sangre ardiente que bombea la vida. Como animal vivo se adentraba más y más la pequeña barca en el horizonte. Todo lo vio aquel viejo profeta frente a la bóveda cobriza. Húmeda la almohada, desperté delirando, los labios impregnados de sal sedientos por un beso.

Elías Lira - Abril 2006


Carissima in Deliciis

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