MADIRTSAMA
Published Wednesday, November 15, 2006 by O. Elias Lira | E-mail this post
Con esperanzas que cualquiera la desee, la fisonomía de Madirtsama estaba muy cerca del desconcierto. No quiere repetir la experiencia de tener siervos compartidos. De hecho solo le interesaba llorar. Yo no podía escucharla sin sentir un desorden en mis fibras. Sus labios contraídos muestran una demorada y extraña arqueología de largo recorrido y sonidos impronunciables. Nadie sabe qué es lo que susurran sus palabras. Nadie repara en ello.
Ella celebra su desarraigo e inequidad en desaparecer. Esa forma de manifestarse sin ser percibida, de anclar derramando aromas sobrenaturales y desconocidos. Invisibilizada, llena de tristeza, se hizo constructora de su propio destino y es ahora una diosa de yeso, plástico e inmortalidades. Por eso, cada vez que puedo la visito. Y aunque la dulzura, pasión y desgarro transpiran por sus poros hay que decir que los espacios colapsan en cualquier intento por aunar sus demenciales comportamientos.
Una tarde la encontré cabalgando en su hermoso elefante de mosaicos azules:
— ¿Qué buscas? — increpé
— Nada, nada en especial.
Sin perder tiempo me incliné jurándole fidelidad por siempre porque sabía que el mundo no terminaba. A cambio profané sus rincones íntimos y en medio de truenos me fue ofrendada una muestra del carácter de sus pechos y el secreto de la calidez húmeda de su vientre. Al despertar, descubrí su marca indeleble en mi frente. Madirtsama me poseía y yo era exclusivamente para ella.
Un suspiro profundo escapa de mí cada vez que invoco su imagen y desde lo intangible aparece ataviada de madreperlas y canciones. Todos mis amores terrenales han sucumbido, pero el deseo por la presencia de Madirtsama permanece allí y yo la retengo, hasta morir
●© Elías Lira - 15 Noviembre 2006