Son las aguas precipitadas que invaden irremisiblemente desde la copa del árbol hasta el insignificante trozo terrenal. Buscan los escondrijos retenidos por mil víboras anidadas y esperan enmendar los remordimientos de la otra vida pasada, esa de la que somos simple reencarnación.
Y quieren escaparse las esferas grises. Traslúcidas en el polvo matinal transitan sumergidas entre canales y puentes resquebradizos en una inobjetable articulación simétrica. Sus piernas empiezan a caminar sin saberlo, sus manos mantienen un rumbo instintivo. Entonces, cada esquina solitaria, cada murmullo, cada latido silencioso se discierne entre venas asoladas mezclándose entre atributos
déjà vu y meditaciones que fracturan la intensidad plétora de líneas flotantes.
Y un desconcierto épico, un paradigma de sensibilidad exquisita, reconcilia el casamiento para multiplicar la eterna luz espiral refinada en mi vientre
●© Elías Lira - Abril 2007