"En los años sesenta, un escritor como Jesús Sanoja Hernández (o yo mismo) escribía en el diario Clarín en una máquina de escribir adornada con un hueco de bala. ¿Quién disparó la bala? Seguramente, un amigo de la poesía. Los dictadores también crean poetas y novelistas, del mismo modo como los poetas y novelistas crean dictadores. En aquella misma máquina ornada con su hueco escribía Adriano González León. Un día, un balazo de la policía hizo trizas un tintero de la redacción del periódico; la tinta fue a dar a una pared y se creó una espontánea y hermosa mancha digna de un pintor. La dirección del periódico mandó a enmarcar la mancha, y la convirtió así en el símbolo de una generación. En esa mancha estaba la esencia de la poesía venezolana de los años sesenta"
(Ludovico Silva, "Notas sobre la generación poética de 1958", La torre de los ángeles, Monte Avila Editores, 1991)