"Amable, el del violón y Vicente, el de la sinfonía, acompañados de otros, vinieron una noche por la huerta de las flores y se pararon en la cerca, debajo de la mata de cayena que tapaba la ventana siempre trancada, del cuarto de Ernestina. Se pusieron a dar una serenata porque esa noche había luna y olían los azahares -dijeron eso con toda intención, mientras tocaban y era bueno para los recuerdos y para ponerse a llorar-. Entonces las cuerdas destempladas del violín dejaron oír una cosa muy triste, un lamento, hasta que le tocaba el turno a la sinfonía, y entonces todo partía el alma y engarzaba la noche y los recuerdos y los vecinos comenzaban a asomarse a las ventanas y Sultán dejaba de ladrar y la gente estaba toda ensueño porque aquellos músicos tocaban con el corazón"
Adriano González León
("País Portátil" - Premio Biblioteca Breve, Ediciones Seis Barral de Barcelona, España, 1968)