Ahora cuando las atalayas salpican su martirio, los abismos no se detienen ante la advocación calcinante de los guerreros de Hinnom. La luz chisporrotea las sombras de nuevos visitantes. Áspides cincelan rugosas catedrales. Oleaje de alientos asfixian los peligros. El altar de camada humeante y el crujir de piedras, incinerando mandíbulas, corazones y piernas. Entre los huesos, traslucen fantasmas perpetuos de colores rojizos mientras ojos inocentes reflejan el vacío preñado de cenizas y creaturas. Misericordia de incendios, sudor y lágrimas. Tofet adorado de ofrendas escarlatas. Los dioses nunca fueron tan manifiestos ●
Elías Lira - 10 Octubre 2006