Elías Lira - 10 de mayo de 2001
Culpar a los demás continua siendo la salida más fácil y la más cobarde.
Queriendo descaradamente justificar una patética dependencia, queremos copiar los actos tristes y folklóricos de los líderes de turno para olvidar los compromisos adquiridos. La conducta que nos caracteriza es indefensa, y no exime el enfrentamiento con nuestra propia conciencia. Pero la verdad, por encima de todo, es que tenemos una seria responsabilidad con nuestros hogares, escuela, trabajo y país.
A propósito de las responsabilidades, sabemos que es una materia que no se practica en la sociedad actual. En el pasado -no hace mucho tiempo por cierto- nuestros padres y maestros se esforzaban por inculcarnos los aspectos de la excelencia, la disciplina y los buenos valores. Aprendimos a confrontar tareas, a ser sensibles y estar llenos de esperanza observando la aquilatada trayectoria y meritos de los docentes de ayer. Fuimos instruidos mediante el simple ejemplo y por la natural asociación del afecto y la valoración. Éramos muy jóvenes, es cierto, pero sabíamos lo que teníamos que hacer, porque en contraste a la generación de hoy, fuimos entrenados para ser ciudadanos íntegros y de madurez plena. Hoy, adolecemos de personas que realmente nos modelen y sirvan de ejemplo fiel, porque tristemente los verdaderos maestros, aquellos tan esforzados y amados, dejaron de ser.
La sociedad se ha convertido, por nuestra propia insensibilidad, en rincón de errores e injusticias, territorio donde gobierna la anarquía estéril, lugar donde el tormento agota la vida. Es por esta razón que la dignidad diariamente es transgredida, y el futuro de nuestra gente de relevo queda sin esperanza.
Llega el momento entonces cuando tenemos que mostrar una capacidad de juicio con respecto a las apariencias y a la banalidad. Es preciso captar la raíz de las cosas, aprender a confrontar nuestras obligaciones y compromisos. Debemos hacer el esfuerzo por acercarnos a lo honesto, a lo esencial, a lo sustantivo y buscar ansiosamente la verdad.
Deberíamos hacer el gran empeño, de lo contrario seguiremos perdidos
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